17. El príncipe rana
Érase una vez, en un lugar muy lejano, una princesa que paseaba por las cercanías de su palacio. Siempre llevaba consigo una pequeña pelota dorada que era su posesión más preciada. Mientras jugaba con la pelota, la arrojó tan alto que la perdió vista. La pelota rodó hacia un estanque y la princesa empezó a llorar desconsoladamente.
En ese momento, una pequeña rana salió del estanque saltando.
—¿Qué te pasa, bella princesa? —preguntó la rana.
La princesa se limpió las lágrimas de la cara y le dijo:
—Mi pelota dorada se ha perdido en el fondo del estanque y no la podré recuperar.
La rana intentó consolar a la princesa y le aseguró que podía recuperar la pelota dorada si la princesa le concedía un favor.
—¡Lo que me pidas! ¡Te daré todas mis joyas, montones de oro y hasta mis lujosos vestidos! —dijo la princesa.
La rana le explicó que no necesitaba riquezas. Solo le pedía que le permitiera comer de su plato y dormir en su habitación.
La idea de compartir el plato y habitación con una rana no le gustó nada a la princesa pero, claro, aceptó pensando que la rana jamás encontraría el camino al palacio.
La rana se sumergió en el estanque y en un abrir y cerrar de ojos había recuperado la pelota de la princesa.
A la mañana siguiente, la princesa encontró a la rana esperándola en la puerta del palacio.
—He venido a reclamar lo prometido —dijo la rana.
Al escuchar esto, la princesa corrió hacia su padre, llorando. Cuando el amable rey se enteró de la promesa, dijo:
—Una promesa es una promesa. Ahora, debes dejar que la rana se quede aquí.
La princesa estaba muy enfadada pero no tuvo otra opción que dejar quedarse a la rana. Fue así como la rana comió de su plato y durmió en su almohada.
Al final de la tercera noche, la princesa cansada de la presencia de aquel huésped indeseable, se levantó de la cama y tiró a la rana al suelo.
Entonces la rana le propuso un trato:
—Si me das un beso, desapareceré para siempre —dijo la rana.
La princesa, muy asqueada, dio un beso en la frente de la rana y exclamó:
—He cumplido con mi parte, ahora vete de aquí.
De repente, una nube de humo blanco inundó la habitación. Y para sorpresa de la princesa, la rana se convirtió en un apuesto príncipe que había sido atrapado por la maldición de una bruja malvada.
La princesa y el príncipe se hicieron amigos al instante, y después de unos años se casaron, fueron felices y comieron perdices.
Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado.
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