10. Hansel y Gretel. LEOcuentos.es (José David Pérez)

10. Hansel y Gretel

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10. Hansel y Gretel
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De los hermanos Grimm

Érase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos: un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel. El leñador había contraído nuevamente matrimonio después de que la madre de los niños falleciera. 

El leñador quería mucho a sus hijos pero un día una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían nada para comer y una noche la malvada esposa del leñador le dijo: “No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Deberemos tomar mañana a los niños y llevarlos a la parte más profunda del bosque cuando salgamos a trabajar. Les daremos un pedazo de pan a cada uno y luego los dejaremos allí para que ya no encuentren su camino de regreso a casa”. 

El leñador se negó a esta idea porque amaba a sus hijos y sabía que si los dejaba en el bosque morirían de hambre o devorados por las fieras, pero su esposa le dijo: “Tonto, ¿no te das cuenta que si no dejas a los niños en el bosque, entonces los cuatro moriremos de hambre?”. 

Y tanto insistió la malvada mujer, que finalmente convenció a su marido de abandonar a los niños en el bosque. 

Afortunadamente los niños estaban aún despiertos y escucharon todo lo que planearon sus padres. “Gretel” dijo Hansel a su hermana: “No te preocupes que ya tengo la solución”. 

A la mañana siguiente todo ocurrió como se había planeado. La mujer levantó a los pequeños muy temprano, les dio un pedazo de pan a cada uno y los cuatro emprendieron la marcha hacia el bosque. 

Lo que el leñador y su mujer no sabían era que durante la noche, Hansel había salido al jardín para llenar sus bolsillos de guijarros blancos. Y ahora, mientras caminaban lenta y sigilosamente fue dejando caer guijarro tras guijarro formando un camino que evitaría que se perdieran dentro del bosque. 

Cuando llegaron a la parte más boscosa, encendieron un fuego, sentaron a los niños en un árbol caído y les dijeron: “Aguarden aquí hasta que terminemos de trabajar”. 

Durante largas horas los niños esperaron hasta que se hizo de noche, ellos permanecieron junto al fuego tranquilos porque oían a lo lejos un CLAP-CLAP, que supusieron sería el hacha de su padre trabajando todavía. Pero ignoraban que su madrastra había atado una rama a un árbol para que hiciera ese ruido al ser movida por el viento. 

Cuando la noche se hizo más oscura Gretel decidió que era tiempo de volver, pero Hansel le dijo que debían esperar a que saliera la luna y así lo hicieron, cuando la luna iluminó los guijarros blancos dejados por Hansel, fue como si hubiera delante de ellos un camino de plata. 

A la mañana siguiente los dos niños golpearon la puerta de su padre. “¡Hemos llegado!”, gritaron los niños. La madrastra estaba furiosa, pero el leñador se alegró inmensamente porque lamentaba mucho lo que había hecho.

Vivieron nuevamente los cuatro juntos un tiempo más pero a los pocos días, una hambruna aún más terrible que la anterior volvió a devastar la región. 

El leñador no quería separarse de sus hijos pero una vez más su esposa lo convenció de que era la única solución. 

Los niños oyeron esto una segunda vez pero esta vez Hansel no pudo salir a recoger los guijarros porque su madrastra había cerrado con llave la puerta para que los niños no se pudieran escapar. 

“No importa” le dijo Hansel a Gretel. “No te preocupes, que algo se me ocurrirá mañana”.

Aún no había salido el sol cuando los cuatros dejaron la casa. Hansel fue dejando caer todo a lo largo del camino las miguitas del pan que le habían dado antes de partir la malvada madrastra. Nuevamente los dejaron junto al fuego, en lo profundo del bosque, y esperaron mucho tiempo allí sentados.

Cuando estaba oscureciendo quisieron volver a casa, y oh! que gran sorpresa se llevaron los niños cuando comprobaron que todas las miguitas dejadas por Hansel se las habían comido las aves del bosque y no quedaba ni una solita.

Solos, con mucha hambre y llenos de miedo, los dos niños se encontraron en un bosque espeso y oscuro del que no podían hallar la salida. 

Vagaron durante muchas horas hasta que por fin encontraron un claro donde sus ojos descubrieron la maravilla más grande que jamás hubiesen podido imaginar: ¡una casita hecha de dulces! Los techos eran de chocolate; las paredes, de mazapán; las ventanas, de caramelo; las puertas, de turrón; el camino, de confituras. “¡Un verdadero manjar!”, dijo Hansel que corrió hacia la casita diciendo a su hermana: “¡Ven Gretel, yo comeré del techo y tu podrás comerte las ventanas!”.

Y así diciendo y corriendo, los niños se avalanzaron sobre la casa y comenzaron a devorarla sin notar que sigilosamente salía a su encuentro una malvada bruja que inmediatamente los llamó y los invitó a entrar.

“Veo que queréis comer mi casa”, dijo la bruja “pues ahora ¡yo los voy a comer a vosotros!” y los tomó prisioneros. Y así diciendo los examinó: “Tú, la niña”, dijo mirando a Gretel “me servirás para ayudarme mientras engordamos al otro que está muy flacucho que así no me lo puedo comer, pues solo lamería los huesos”. 

Y sin prestar atención a las lágrimas de los niños tomó a Hansel y lo metió en un diminuto cuarto esperando el día en que estuviese lo suficientemente gordo para comérselo. 

Una noche, mientras la bruja dormía los niños empezaron a crear un plan. “Como la bruja es muy corta de vista”, dijo Gretel “cuando ella te pida que le muestres uno de sus dedos para sentir si ya estás rellenito, tú lo que vas a sacar por entre los barrotes de la jaula es este huesito de pollo, de forma tal que la bruja sienta lo huesudo de tu mano y decidirá esperar un tiempo más”.

Ambos estuvieron de acuerdo con la idea. Sin embargo, y como era de esperarse, esa situación no podía durar por siempre, y un mal día la bruja vociferó: “Ya estoy cansada de esperar que este niño engorde. Come y come todo el día y sigue flaco como el día que llegó”. Y le gritó a Gretel, “métete dentro para ver si ya está caliente”, pero la niña, que sabía que en realidad lo que la bruja quería era atraparla dentro para comérsela también, le replicó: “No sé cómo hacerlo”. “Quítate”, gritó la bruja, moviendo los brazos de lado a lado y lanzando maldiciones a diestra y siniestra, “es lo más fácil del mundo, te mostraré cómo hacerlo”. Y se metió dentro del horno. 

Gretel, sin dudar un momento, cerró la pesada puerta y dejó allí atrapada a la malvada bruja que, dando grandes gritos pedía que la sacaran de aquel gran horno. 

Fue así como ese día la bruja murió quemada en su propia trampa. Gretel corrió entonces junto a su hermano y lo liberó de su prisión. 

Entonces los niños vieron que en la casa de la bruja había grandes bolsas con montones de piedras preciosas y perlas. Así que llenaron sus bolsillos lo más que pudieron y a toda prisa dejaron aquel bosque encantado. Caminaron y caminaron sin descansar y finalmente dieron con la casa de su padre quien al verlos llegar se llenó de júbilo porque desde que los había abandonado no había pasado un solo día sin que lamentase su decisión. 

Los niños corrieron a abrazarlo y, una vez que se hubieron reencontrado, les contó que la malvada esposa había muerto y que nunca más volvería a lastimarlos.

Los niños entonces recordaron y vaciaron sus bolsillos ante los incrédulos ojos de su padre, que nunca más debió padecer necesidad alguna.


Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado.

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